octubre 30, 2014

Ese momento en el que sientes que fallas como mamá.


Este sábado pasado, salimos temprano en la mañana a hacer varias diligencias en la calle. Y cuando digo varias, realmente fueron muchas, e increíblemente Sebastián se comportó como un campeón a pesar de estar cansado de tantas vueltas. Una de las cosas que salimos a hacer, fue ir a Ikea a comprar una banqueta para el baño. Sebastián ya está en la etapa de lavarse sus dientes solo y quería que tuviera algo en que alcanzar el lavamanos de forma segura. Cuando llegamos a la tarde a la casa, inmediatamente me puse a armar la banqueta, tipo nena chiquita que le acaban de regalar un rompecabezas nuevo, así soy... siempre. Lo terminé de armar, lo probamos en el baño, Sebastián se lavó sus dientitos y todos fuimos felices.

Entre tanta euforia por la bendita banqueta y por la emoción de Sebastián al tener una mini escalera nueva (ustedes ya conocen su fascinación por trepar), olvidé en medio de la sala el destornillador que utilicé. Sí, ya se imaginan por donde voy. Mientras estoy recogiendo otras cosas, veo que Sebastián está jugando con el destornillador dándole vueltas de un lado a otro. Con toda la tranquilidad del mundo voy derechito a donde está para quitárselo, mientras voy pensando en el golpe que se puede dar y en que mucho le gusta jugar con lo prohibido. Faltando un micro-segundo para quitárselo, ¡fua! que se dá con el chavao destornillador. ¡El grito de él en el cielo y mi corazón hecho una pasa! Por un momento pensé que se había dado un golpe en la frente o algo así, pero luego me fijé bien y tenía un punto rojo dentro del ojo, ¡sí! ¡dentro del ojo! Mi hijo parecía un personaje de película de vampiros o zombies. Por mi culpa, por mi gran culpa... mi despiste. Sentía que había hecho la Melissada más grande de mi vida. ¿A quién se le ocurre dejar un destornillador al alcance de un niño de 18 meses? Nunca había sentido tanta culpa. Era de noche y sábado, así que no podía llamar a la oficina de la Dra., por lo tanto, hice lo que cualquier madre haría.... llamé a mami. Ella me calmó, como siempre hace y esperé al siguiente día, para que mi cuñada, que es doctora de familia junto al tío de Sebastián quien es profesor de enfermería, le hicieran un pequeño chequeo; y me aseguraron que todo estaba bien. Había sido algo superficial y el mismo ojo sanaría solo. Unas simples gotas harían el truco.

Hoy jueves, el ojo está prácticamente de vuelta a la normalidad, pero yo no. Sé que fue un accidente, sé que fue algo que pasó y ya, pero es la sensación de que fue por un despiste mío. Sí, ya sé, cosas pasan, una no puede protegerlos de todo, yada, yada, yada.... Pero en serio, a veces me gustaría meterlo dentro de esta burbuja... ¡así tipo la película Bubble Boy! aunque luego tenga que gastar una millonada en terapias psicológicas para él. Es increíble la impotencia al saber que no será el primer susto y que si me dejo llevar por el historial de golpes, caídas y aventuras de mi hermano Ismael, y los cuentos que he escuchado de las andanzas de Ajonel cuando pequeño, tengo una estadía segura en un hospital psiquiátrico por una posible crisis nerviosa no muy lejos en mi vida.

Ahora, si algo he aprendido, es que debo ver el futuro de forma positiva, a fin de cuentas esa la palabra que escogí para representar el 2014.  Y como me dijo Ajonel mientras le explicaba como me sentía al respecto, si mi mamá sobrevivió a las locuras y accidentes de cuatro hijos, yo tengo una buena posibilidad de salir airosa en esta aventura maternal, aunque falle de vez en cuando en mi camino.


octubre 24, 2014

Museo del Niño en Carolina, Puerto Rico

Empezaré este "post" admitiendo que soy fanática de los Museos para Niños y gracias a Sebastián tengo la excusa perfecta para ir. Ahora que está en una etapa de exploración constante pretendemos ir a los Museos una y otra vez ya que estamos considerando la idea de obtener el pase anual para el Miami's Children Museum

En la última ocasión que estuvimos en Puerto Rico, visitamos el Museo del Niño en Carolina junto a Abuela Olga. Y tengo que decirles que nos encantó, mejor que el Museo de San Juan (sorry, pero es cierto) y mucho mejor que el Museo de Miami. ¡O sea, por mucho! Municipio de Carolina, ¡se botaron con este museo! ¡Buen trabajo! ¡Está espectacular y no veo la hora de volver! Así que si vives en Puerto Rico o lo visitas en algún momento, el Museo debe ser una parada obligatoria con tus enanos. 

El Museo hace una unión perfecta entre la ciencia, la tecnología, el ambiente y las artes de una manera interactiva que hasta los adultos, ujum... o al menos yo, no podemos evitar querer disfrutar de todas las exhibiciones. Si, hay áreas que eran tal vez para niños más grandes que Sebastián, pero eso no impidió que pudiera disfrutar de ellas, al punto que pasamos varias horas jugando y explorando sin mostrar señales de cansancio. 

Un detalle importante, es que el Museo está junto a un Mini Zoo y un manglar, lo cual lo hace súper interesante, ya que creo, es el único Museo rodeado de ese hábitat. 

En esta ocasión, me van a tener que disculpar la mala calidad de las fotos, pero en el ajoro de la semana dejé mi cámara en la casa y mi celular estaba poco cooperador ese día. Pero es que no quería dejar de compartir la carita de felicidad de Sebastián! :) 

Ya saben... si lo visitan, me cuentan! xoxo