marzo 07, 2014

Una pesadilla en las alturas.

¡Hola! Ya de vuelta a la realidad. Como les conté a principios de mes, Sebastián y yo fuimos a visitar a los abuelos a Puerto Rico por unas semanas. La pasamos demasiado rico, pronto les compartiré algunas fotos. Mientras, les quiero contar que mi peor pesadilla se volvió realidad. En julio del año pasado, viajamos por primera vez con Sebastián para que la familia conociera el nuevo miembro, además en septiembre de ese mismo año nos dimos otra escapadita. Ambos viajes fueron una maravilla, incluso, en el segundo viaje, las azafatas felicitaron a Sebastián por su excelente comportamiento durante el vuelo ( inserten el tono de una madre orgullosa de su hijo). Pero en esta tercera ocasión, la historia fue totalmente distinta.... ¡fue literalmente un desastre! 

Para empezar viajamos Sebastián y yo solos ya que Ajonel viajaba solamente para el último fin de semana del mes. Así que decidí escoger un vuelo nocturno para que Sebastián fuera dormido durante el viaje. Bah! Ese fue mi primer error. A la hora del viaje Sebastián estaba tan cansando y sobre estimulado que se le hizo imposible dormir. ¿Resultado? Un niño que estaba de mal humor y no dejaba de llorar. ¡Fue horrible! Mientras lo escribo siento que mis tripas se revuelcan. Fue al punto que no quería regresar a Miami por el simple hecho de no volver a montarme en el avión. Mis temores de que Sebastián llorará durante todo el viaje poco a poco se iban convirtiendo en una pesadilla de que la que quería despertar inmediatamente. Me sentí en esos momentos como la peor madre del mundo. No podía calmar a mi bebé, no lograba tranquilizarlo y dormirlo. Si no todo lo contrario; estoy más que segura que mi ansiedad tuvo mucho que ver en su actitud. Por momentos se entretenía y aparentaba pasarla bien, pero de pronto, era como si recordara lo cansado que estaba y lloraba a gritos nuevamente. Su agotamiento era tan grande que no podía dormirse por él solo, adicional súmenle todas las luces y sonidos que le desviaban la atención. 

Ahora, no todo fue malo... estoy súper mega ultra agradecida de las azafatas en mi vuelo con JetBlue y de los pasajeros que estaban cerca de nosotros. Realmente ellos fueron los que lograron que el viaje no fueran tan horrible. Las azafatas vieron mi crisis con Sebastián he hicieron hasta lo imposible por hacerlo feliz. Jugaron con él, lo llevaron a caminar por el avión, le permitieron prender y apagar luces, entre muchas otras cosas más. ¡Incluso intentaron dormirlo! Mis vecinos de avión le hacían gracia y trataban de alegrarlo, pero llegó un punto que todo era caso perdido. Al final del vuelo ya Sebastián tenía los ojos tan rojos y su actitud era tan errada que parecía un bebé en drogas. Y obvio, mi corazón estaba destrozado....

¡Demás está decir que tan pronto Sebastián se sentó en su "car seat" quedó completamente dormido!

En resumidas cuentas.... esto es lo que aprendí de este vuelo. 

* ¡NO viajes de noche! Es cuando más cansado está tu bebé. Mejor escoge la hora de la primera siesta. Y si no duerme, al menos estará de mejor ánimo. 
* Lleva pocas cosas contigo en el avión, será mucho más fácil maniobrar con un bebé. 
* Procura estar TU tranquila. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero a fin de cuentas, no queda de otra. 
* Separa los asientos al final del avión, así estarás cerca del baño y del "crew" del vuelo. 

Vale aclarar, que el viaje de regreso a Miami no fue tan malo. Ajonel viajó de regreso con nosotros, lo que a mi me dió tranquilidad. Sebastián durmió una siesta antes de abordar, y aunque hubiese preferido que durmiera en el vuelo, la siesta ayudó a que estuviera de buenos humores todo el viaje. ¡Al final... sobrevivmos! :)





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