Hoy estuve bajando unas fotos de la cámara a la computadora, obviamente el 99.9% son fotos de Sebastián. Desde que nació, decidí crearle un álbum de fotos en Shutterfly por cada mes. Pienso que será un buen recuerdo, tanto para nosotros como para él, ver los cambios y logros de su primer año. Al revisar las fotos que quiero escoger para este mes, me doy cuenta de algo que me parte el corazón. Yo casi no aparezco en ninguna foto, ni de este mes, ni de los anteriores. Desde que estaba embarazada dejé de sentirme yo. Vi como mi cuerpo se fue transformando en el de otra persona totalmente desconocida para mi. Alguien a quien no aceptaba. Luego de dar a luz, ese sentimiento ha continuado, tal vez con mayor fuerza. Me he negado a tomarme fotos con mi hijo porque siento que no quiero que cuando sea grande, vea esas fotos y me recuerde de una forma distinta a como yo desearía. Que si mi cara se ve redonda, mis caderas mega anchas, que llevo dos días sin peinarme, en fin, siempre hay una excusa para estar detrás del lente.
Ahora pienso, que cuando veo las fotos mías de bebé nunca me ha pasado por la mente fijarme en como se ve físicamente mi mamá en esas fotos. No sé como se sentía ella, sólo sé que yo la veo ¡hermosa, feliz, dichosa! ¡Que tonta he sido durante todos estos meses! Es muy probable que Sebastián ni siquiera note todos los defectos que veo en mí. Porque la realidad es que ninguna de esas fotos se tratan de mi, si no de un recuerdo para el futuro. Un recuerdo de felicidad, de una mamá inmensamente feliz con su amado hijo. Y para mí, eso es lo que realmente importa.
Quiero conservar todas las risas, alegrías y momentos felices que vivimos día a día. Quiero dejar de ser tan perfeccionista, ya que la perfección no va de la mano con la maternidad. Quiero dejar a un lado la vanidad y la ridiculez. Quiero dejar de ser tan fuerte conmigo misma. Quiero que cada foto refleje amor. ¡Quiero inmortalizar nuestra felicidad!
lloré...son palabras tan y tan ciertas - que todas debemos recordar.
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